Imaginen un lugar en el que se sientan aceptados, valorados y queridos por quien son.
Un espacio donde encajan sin esfuerzo, donde sus opiniones cuentan y sus experiencias se comparten con respeto y atención. A esa sensación —que puede surgir en un grupo de amigos, en la familia o dentro de una comunidad— se le llama sentido de pertenencia.
¿Qué es el sentido de pertenencia?

El sentido de pertenencia es la sensación de conexión, identidad y aceptación que experimentamos al formar parte de un grupo.
Es ese sentimiento reconfortante de ser parte de algo, que nos aporta seguridad y resulta esencial para nuestro bienestar psicológico.
Podemos hablar de distintos tipos de pertenencia:
Pertenencia social
Se basa en la conexión con amigos, compañeros de trabajo o comunidades en línea. Surge al compartir intereses, valores o metas en común.
Por ejemplo, pertenecer a un club de lectura, a un equipo deportivo o a un grupo de voluntariado.
Pertenencia familiar
Es la sensación de formar parte de una unidad familiar, ya sea por lazos biológicos o adoptivos.
La familia, desde la infancia, tiene un papel clave, pues ofrece un entorno donde aprendemos sobre vínculos afectivos y relaciones seguras.

Pertenencia cultural
Está ligada a la identificación con una cultura, grupo étnico o comunidad.
Incluye elementos como el idioma, las tradiciones, la religión y los valores compartidos.
Cómo se desarrolla el sentido de pertenencia
El sentido de pertenencia se construye a lo largo de toda la vida y atraviesa diferentes etapas:
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En la infancia
En la infancia, el sentido de pertenencia nace en el núcleo familiar. Los vínculos con padres y cuidadores son fundamentales, ya que moldean nuestra capacidad para relacionarnos y sentirnos parte de algo en el futuro.
Un niño que crece en un entorno donde se siente querido, apoyado y seguro tendrá más posibilidades de desarrollar un sentido de pertenencia sólido.
En la niñez y adolescencia
En esta etapa se amplía el círculo de pertenencia. La escuela, las amistades y las actividades extracurriculares fomentan nuevas conexiones.
En la adolescencia, identificarse con grupos de pares que comparten intereses o ideales brinda un refugio emocional en una etapa de grandes cambios.

En la adultez
El sentido de pertenencia puede encontrarse en entornos más diversos: el trabajo, comunidades locales, actividades sociales o culturales. Sentirse valorado y aceptado en estos espacios influye directamente en la satisfacción personal, el rendimiento laboral y el bienestar emocional.
El sentido de pertenencia en los adultos mayores es esencial. Influye directamente en su bienestar emocional, social y físico, y se convierte en un pilar que sostiene una vejez más activa, plena y satisfactoria.
¿Qué es el sentido de pertenencia en la etapa adulta mayor?

Para las personas mayores, el sentido de pertenencia es mucho más que un sentimiento agradable: es un factor que influye directamente en la salud, la autoestima y la calidad de vida.
Significa sentirse parte de algo, saber que se ocupa un lugar importante y que la presencia de uno importa. A continuación, sus principales beneficios:
Apoyo emocional y autoestima
Sentirse parte de un grupo —ya sea la familia, amistades, comunidad o asociaciones— brinda a la persona la seguridad de saberse valorada, escuchada y reconocida.
Este vínculo refuerza la identidad personal: no es solo “una persona mayor”, sino un miembro activo, con un rol, una historia y aportes que siguen siendo significativos. Además, reduce el riesgo de depresión y soledad, dos amenazas frecuentes cuando los lazos sociales se debilitan.
Un ejemplo es el de Marta, de 79 años, que se inscribió en un taller de coro de su centro cultural. Más allá de aprender nuevas canciones, encontró:

- Un espacio donde su voz y su presencia son necesarias.
- Un calendario de ensayos y presentaciones que le da estructura y propósito.
- Amistades que la acompañan incluso fuera de los ensayos.
La sensación de pertenencia al coro fortaleció su autoestima y le devolvió la motivación para arreglarse, salir y mostrarse activa.
Prevención del aislamiento social
Con el paso de los años, las pérdidas —de seres queridos, de movilidad o de roles laborales— pueden limitar las oportunidades de contacto. Participar en un grupo o comunidad mantiene vivas las interacciones, lo que protege frente al deterioro cognitivo y evita la sensación de vacío.
Tenemos la anécdota de Don Ernesto, de 74 años, que se anotó en un grupo de caminatas barriales 3 veces por semana. Al principio lo hacía por recomendación médica, pero pronto descubrió que el mayor incentivo no era solo el ejercicio, sino las charlas y las risas compartidas. Gracias a este grupo:

- Mejoró su resistencia física.
- Mantiene su memoria activa al conversar y compartir anécdotas.
- Siente que es parte de una pequeña comunidad que lo espera y lo valora.
Motivación para mantenerse activo
Cuando la persona siente que su presencia importa y que su participación es valorada, se anima a involucrarse en actividades sociales, recreativas o físicas.
Esta motivación se traduce en una mejor salud física, gracias al movimiento, y en un mayor bienestar mental, por la estimulación que recibe.
Sentido y propósito de vida
La pertenencia ofrece motivos para levantarse cada día: cuidar a un nieto, asistir a un grupo cultural, colaborar en voluntariados o compartir un café con amigos. Mantener viva esta conexión ayuda a conservar la esperanza y el entusiasmo, factores clave para un envejecimiento positivo.
En un club local, varios adultos mayores trabajan juntos en una huerta comunitaria.
Además de cosechar verduras frescas, comparten tareas, se reparten las cosechas y celebran los logros del grupo. Este espacio:
- Reduce la soledad, ya que siempre hay alguien con quien conversar y compartir un mate.
- Favorece la actividad física ligera y constante.
- Refuerza la cooperación y el sentido de utilidad.

Protección de la salud
Diversos estudios confirman que las personas mayores con redes de apoyo sólidas tienen menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, mejor respuesta del sistema inmunitario y mayor compromiso con los tratamientos médicos.
El apoyo social funciona como un verdadero “colchón” frente al estrés y sus consecuencias.
En definitiva, para los adultos mayores, el sentido de pertenencia no es un simple complemento emocional: es una necesidad vital que sostiene la salud, fortalece la autoestima y eleva la calidad de vida. Es el puente que los conecta con el mundo, les da voz y les recuerda que siguen siendo valiosos y necesarios.
50 ejemplos de actividades variadas que pueden ayudar a personas mayores a sentir que pertenecen a algo: un grupo, un proyecto, una comunidad.
Presentamos aquí ideas que pueden servir como base para inspirarse a encontrar formas de conectarse con otras personas y formar parte de un grupo.
Actividades artísticas y culturales
- Taller de pintura o dibujo en grupo
- Clase de música (aprender un instrumento, canto coral)
- Taller de baile (tango, folklore, salsa, baile libre)
- Teatro comunitario
- Fotografía o fotografía móvil con exposición local
- Escritura de memorias o cuentos personales
- Taller de artesanías (tejido, bordado, cerámica)
- Manualidades colectivas para ornamentación de espacios comunes
- Club de lectura, con debates y análisis de libros
- Asistencia a funciones de teatro, cine o conciertos con subsidios o descuentos
Actividades físicas, salud y bienestar
- Gimnasia suave o adaptada para mayores
- Yoga o tai chi para movilidad y equilibrio
- Caminatas guiadas por parques del barrio
- Clases de estiramiento o elongación
- Sesiones de movilidad articular en grupo
- Baile como ejercicio aeróbico suave
- Natación o hidroterapia
- Actividades al aire libre (jardinería, huerta comunitaria)
- Talleres de defensa personal adaptados
- Ejercicios de respiración, meditación
Socialización y comunidad
- Reuniones periódicas en centros de jubilados
- Talleres intergeneracionales (con niños, jóvenes)
- Voluntariado local (por ejemplo, colaborar en comedores, bibliotecas)
- Organización de encuentros vecinales o de barrio
- Clubes de amigos para compartir mates, charlas, juegos de mesa
- Viajes cortos organizados con otros mayores
- Celebraciones festivas comunitarias (cumpleaños, aniversarios)
- Intercambio de saberes: mayores enseñan lo que saben (manualidades, oficio, cocina)
- Participar en murales colectivos o proyectos de arte urbano
- Encuentros para revisar fotografías antiguas y contar historias
Estimulación cognitiva y aprendizajes
- Talleres de memoria
- Clases de idiomas extranjeros o regionales
- Uso de tecnología: aprender a usar smartphones, tabletas, internet
- Jugar crucigramas, sudoku, pasatiempos mentales
- Juegos de estrategia en grupo (ajedrez, damas, cartas)
- Clases de historia local o genealogía familiar
- Talleres de escritura creativa o poesía
- Debates sobre actualidad, sociedad, política en un espacio de respeto
- Aprender música moderna / uso de apps musicales
- Cursos breves de curiosidades: astronomía, ciencias, naturaleza
Hobbies, oficios y emprendimientos
- Cocina compartida: preparar platos tradicionales con vecinos o en grupo
- Taller de repostería, panadería artesana
- Carpintería ligera o bricolaje, restauración de muebles viejos
- Bordado o tejido colectivo para donaciones
- Creación de un huerto doméstico o comunitario para cultivo de hortalizas o hierbas
- Jardinería ornamental
- Venta de artesanías en ferias locales
- Participar en organizaciones comunitarias o juntas de barrios
- Apoyar con mentorías o tutorías (por ejemplo, ayudar alumnos)
- Iniciar un club de cine o sesiones de proyección comunitaria
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