Podríamos ubicar a la vejez dentro de una de las etapas que conforman la vida. Y podríamos llamar envejecimiento al proceso de afrontamiento y a la sumatoria de situaciones complejas que debe atravesar el ser humano dentro de este ciclo vital.
Se hace muy difícil definir la vida globalmente, podemos definirla desde la biología, neurología, desde lo social, o desde cualquier otra disciplina, pero sería una definición acotada a esa perspectiva y sabemos que la vida es mucho más. Y lo sabemos desde el vivir cotidiano. Por lo tanto sucede lo mismo al intentar definir la vejez y su proceso de envejecimiento en conceptos determinantes y cerrados.
La vejez y el modo de vivirla ha ido cambiando a través de los años, porque los estilos de vida se han ido modificando. Las características generales de un viejo del siglo XIX, del siglo XX y en los comienzos del siglo XXI son muy diferentes. Cotidianamente observamos y nos sorprendemos con las conductas de los niños pequeños y de los adolescentes, notamos claras diferencias al compararla con la conducta durante nuestra niñez y nuestra adolescencia.
Evidentemente la cultura, la sociedad, la genética, la biología han han ido influyendo sobre los niños y adolescentes, lo cual se hace evidente a la observación diaria. Sin embargo desde el nacimiento, entre los bebés se pueden encontrar ciertos patrones comunes en relación a su etapa evolutiva, pero es más difícil encontrar similitudes entre los viejos[i] .
Los adultos mayores para llegar a esa etapa han atravesado infinidad de situaciones y experiencias muchas de ellas compartidas, sin embargo el significado que cada uno ha ido atribuyendo a esa experiencia es personal, la vivencia misma es única. Y al decir de Edgar Morin [ii] “…cada uno de nosotros no puede decir yo más que por uno mismo”.
A pesar de que podamos encontrar ciertas formas propias de la vejez, que lo diferencia de la adultez, no significa que todos los ancianos sean iguales; y esto se nos evidencia en nuestra práctica clínica. Por ejemplo casi todos nuestros pacientes adultos mayores, refieren tener dolores articulares, pero para algunos esto es un muy buen recurso para ubicarse en el lugar del “ viejo de la familia”, “ porque son cosas de la edad ”, y en general tienden a tener una conducta sedentaria, no sale a pasear aduciendo que le duelen las piernas.
Al indagar su historia descubrimos que nunca les gustó salir a pasear, con lo cual “el no salir a pasear” hoy se atribuye a la edad, y a dolores de piernas en esta etapa, pero cuando estos síntomas no existían tampoco salían. Otro paciente, que también refiere dolores articulares tiene como principal actividad el taller de gimnasia, pero toda su vida realizó actividad física, y a pesar de su malestar encuentra en gimnasia una alternativa para sentirse mejor.
Pacientes con deterioro cognitivo, según su medio social, cultual y educacional registran y significan de manera diferente su déficit. Quien se desarrolló y continúa frecuentando un grupo de pertenencia en el que lo que los convoca es lo intelectual, se angustia y percibe como una gran pérdida las dificultades cognitivas, puede atribuirlo a enfermedad; sobre todo si se compara con otros miembros de su grupo que no manifiesta pérdidas intelectuales. En cambio el anciano que se desarrolló en un medio en donde predominó el pensamiento concreto y en donde lo intelectual no tuvo tanto peso, es posible que tenga registro de su deterioro en un estadio más avanzado que el primero.
Vamos notando que el hecho de padecer dolores articulares o pérdidas cognitivas entre otras dolencias y a pesar de que se presenten con mayor frecuencia en la edad avanzada, no iguala a todos los viejos. Son muchos los interrogantes y observaciones que debemos considerar para comprender la vejez y el modo de atravesarla. Un elemento fundamental es la familia del anciano, y que lugar ocupa éste dentro del sistema familiar.
¿Cuál es la concepción que el adulto mayor de hoy tenía en relación a la vejez, durante sus años de juventud?¿ Cuales han sido sus expectativas para cuando llegara a esta etapa?¿Ha ido transmitiendo esto a sus descendientes?¿Cómo ha sido históricamente la relación con sus hijos, si los hay?¿Cómo es la relación actual con su familia?¿Cómo ha sido su estatus social y su situación económica?¿Cuál es el origen étnico y cultural del que proviene?
Son infinitas las variables a observar, porque cada ser humano y específicamente cada viejo tiene su particularidad, y está en la mentalidad de quien mira, poder ver la complejidad de la vejez. La complejidad según Morin,… es aquello que no puede retrotraerse a una ley, aquello que no puede reducirse a una idea simple. La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución.
Claro está, que asistir a un paciente por ejemplo con un síndrome demencial, cuya familia no acepta la enfermedad y no sabe cómo manejar esta situación, no es tarea fácil. Pero es mucho menos fácil si tratamos solamente al paciente en cuestión, sin tener en cuenta la interacciones, metamensajes. Incluir a la familia es más trabajoso para el profesional, considerar el hábitat, las relaciones conflictivas y las más sanas complica aún más, e incluir a cualquier otra variable que se presente complica más y más. Pero consideramos que todos estos factores son los que hacen a la complejidad de “este” anciano y el no considerarlo es una postura muy facilista y en la práctica poco productiva.
Bachelard, filósofo de las ciencias, había descubierto que lo simple no existe: “solo existe lo simplificado. La ciencia construye su objeto extrayéndolo de su ambiente complejo, para ponerlo en situaciones experimentales no complejas”. No podemos comprender a la Persona desde lo simple, ello es solo una parte de toda su integridad. Solo el pensamiento complejo y la capacidad de una mentalidad dispuesta nos permitirá comprender la vejez y su proceso.
Publicidad
Morin dice: “ Si la complejidad no es la clave del mundo, sino un desafío a afrontar, el pensamiento complejo no es aquel que evita o suprime el desafío, sino aquel que ayuda a revelarlo e incluso, tal vez a superarlo”. Para comprender al adulto mayor debemos hacerlo desde un pensamiento complejo, en el que podamos incluir todo aquello que hace a su persona, a su esencia y a su existir.
Creemos que el verdadero éxito de un tratamiento comienza cuando los pacientes y quienes lo rodean sienten que son escuchados en la significación personal de su dolencia y la afectación del familiar, amigo o cuidador. El estar dispuesto a comprender la repercusión de lo que sucede tanto en el paciente como en su entorno, va mucho más allá de los tratamientos clínicos o psicológicos tradicionales. “Lo que hoy se necesita no es solamente que el objeto sea adecuado a la ciencia, sino que la ciencia también sea adecuada al objeto” (E. Morin).
Las alternativas clásicas pierden su carácter absoluto
Es indispensable trabajar desde la transdisciplina, que permite concebir al mismo tiempo la unidad, como la diferenciación de las ciencias, incorporar los obstáculos que se presentan, no negarlos o descartarlos. El negarlos o descartarlos, seguramente cuando confunde nuestro entendimiento, es reducir y adaptar la realidad del anciano a nuestra capacidad, sin tener en cuenta la potencialidad del viejo. Y la complejidad tiene que ver con aceptar e incorporar la contradicción.
Al decir de Morin “es necesario abandonar los programas, hay que inventar estrategias para salir de la crisis. Es necesario, a menudo, abandonar las soluciones que solucionaban viejas crisis y elaborar soluciones novedosas ”. El mundo se encuentra en evolución permanente sumado al aumento de la población anciana, obliga a estar abiertos mentalmente para que desde nuestro rol podamos ampliar el horizonte en lo que hace a la comprensión del adulto mayor.
Texto proporcionado por las autoridades del III Foro Nacional de Docentes e Investigadores. Universitarios sobre Envejecimiento y Vejez.
Mar del Plata- Prov. de Bs. As. Argentina
Agosto-2004
[i] Muchinick Eva: A cerca de la segunda mitad de la vida – 2004- En prensa
[ii] Morin Edgar: Introducción al pensamiento Complejo-Ed. Gedisa
Enviado por Licenciatura en Gerontología a las: 08:31 AM
Septiembre 24, 2004
El ejercicio moderado se relaciona con un menor riesgo de demencia en personas de edad avanzada
La práctica de ejercicio, aunque sea poco intenso, como caminar unas horas a la semana, parece mantener en forma el cerebro de las personas de edad avanzada, según dos estudios publicados en el último número de “JAMA”.
Publicado por Mayores en Movimiento (mayoresenmovimiento@gruposyahoo.com.ar)
Por un lado, una de las investigaciones concluye que las personas mayores que caminan al menos dos horas semanales tienen menos probabilidades de desarrollar demencia a lo largo de un período de 6-8 años.
Este estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Virginia (Estados Unidos) con una muestra de 2.257 personas de origen japonés que viven en Hawai, de 71 a 93 años de edad al inicio del estudio, ha comprobado que la actividad física moderada se asocia a una reducción del riesgo de demencia del 80%.
El segundo estudio, firmado por médicos de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard con una muestra de 18.000 mujeres de 70 a 81 años, evaluó la relación entre el ejercicio físico y la capacidad de aprendizaje y memoria. Concluye que la práctica de actividad física se asocia a una mejor puntuación en los tests que evalúan la función mental.
Enviado por Licenciatura en Gerontología a las: 07:56 AM | Comentarios (1)
Septiembre 23, 2004.
Vivir muchos años pero no llegar a viejo. Acerca del rechazo a toda idea de envejecer
¿Por qué se suele rechazar la idea de envejecer? Para explicar esta contradicción –querer vivir muchos años pero no desear ser viejo– el mito de la Fuente de Juvencia es suficiente: vivir muchos años, sí, ¡pero siempre joven!
Henri Pequignot, gerontólogo francés, sostiene que la vejez se crea todos los días inconscientemente. Ella podría ser creada conscientemente, con los ojos abiertos sobre el porvenir: abrir los ojos al porvenir, a fin de que el curso de nuestra vida responda a un diseño a ser armado y creado cotidianamente.
El mito alude a uno de los traumas inherentes a la constitución de la subjetividad, uno que Joyce McDougall incluía entre los traumas universales: la inevitabilidad del envejecimiento y de la muerte. Estamos haciendo referencia al trabajo psíquico que todo ser humano debe realizar, con mayor o menor grado de conciencia, a lo largo de su vida: el trabajo del envejecer.
Colaborar con la toma de conciencia, en este trabajo de elaboración anticipada, es una de las tareas que encaramos en el campo de la psicogerontología. Es la parte preventiva del quehacer de psicólogos, terapistas ocupacionales, psicogeriatria, músicoterapeutas y hasta psicopedagogos (denominados, en esta tarea, geragogos), disciplinas que se ocupan de diversos aspectos que hacen a la salud mental en el envejecimiento.
La tarea preventiva se asienta en el conocimiento de los factores de riesgo de un envejecer patológico a nivel emocional y mental, así como de los factores protectores o resilientes que permiten alcanzar un envejecer normal.
Por Graciela Zarebski. Página/12. 23 de setiembre de 2004.
Autora: Lic. Patricia Lang
Pelk@arnet.com.ar
I.C.A.M. ( Instituto para la Contención Integral del Adulto Mayor)
Directora de la Carrera de Posgrado de Especialización en Psicogerontología y coordinadora académica de la Licenciatura en Gerontología, Universidad Maimónides.