Cada persona tiene diferentes necesidades de rehabilitación y, por lo tanto, progresa de diferente manera.
Tratamiento.
Este se inicia en el hospital durante el “cuidado intensivo” para tratar de asegurar que el paciente sobreviva, la prevención de otro ataque, y cuidar de cualesquiera otros problemas médicos.
Recuperación espontánea.
Esta sucede naturalmente en la mayoría de los pacientes. Pronto después del ataque, la persona recupera algunas capacidades que había perdido con el ataque. Este proceso es más rápido durante las primeras semanas, pero a veces puede prolongarse por largo tiempo.
Rehabilitación (pasos específicos para ayudar a la recuperación).
Esta es otra parte del tratamiento. Ayuda a la persona a hacerse más independiente, manteniendo capacidades que ya tenía y tratando de recuperar aquéllas que perdió. Normalmente se inicia cuando el paciente aún está bajo cuidado intensivo y, para muchos continúa después, ya sea como un programa formal o como servicios individuales. Muchas de las decisiones en cuanto a la rehabilitación se hacen antes de dar al paciente de alta del cuidado intensivo y las toman el paciente mismo, los familiares y el personal médico del hospital.
La vida cotidiana (diaria).
Esta es la última etapa de recuperación y es cuando el paciente regresa a su comunidad y vida diarias después del cuidado intensivo o de rehabilitación. Esta etapa puede prolongarse por el resto de la vida de la persona. Tanto ésta como su familia aprenden a vivir con los efectos del ataque. Esto puede incluir nuevas formas de compensar con otras partes del cuerpo por aquéllas que han sufrido daño o limitaciones. Por ejemplo, con el uso del velcro en vez de cintas para amarrar los zapatos, o aprender a escribir con la mano opuesta.
Los efectos de los ataques cerebrales
Efectos en el cuerpo, la mente, y las emociones
Cada ataque es diferente, dependiendo de la parte del cerebro que afecta, la extensión de la lesión, y el estado general de salud de la persona. Algunos de los efectos son:
Debilidad (hemiparálisis) o parálisis (hemiplegia) en un lado del cuerpo.
Esta puede afectar un lado completo del cuerpo, o sólo el brazo o la pierna. Sucede en el lado opuesto al hemisferio del cerebro que sufrió el ataque. Por ejemplo, si el hemisferio lesionado es el izquierdo, la debilidad o parálisis se presentará en el lado derecho del cuerpo.
Problemas de equilibrio o coordinación.
Esto puede hacer difícil que la persona se siente, pare, o camine; a pesar que los músculos tienen suficiente fuerza.
Problemas de lenguaje (afasia y disartria).
Cuando la persona tiene afasia, puede tener problemas para entender el lenguaje hablado o escrito; o entiende pero no puede recordar las palabras para hablar o escribir. Cuando la persona tiene disartria, sabe las palabras correctas, pero no las puede enunciar claramente.
No percibir o ignorar un lado del cuerpo (negligencia corporal).
Frecuentemente, la persona no voltea a ver hacia el lado débil, o ni siquiera come alimentos en ése lado de la boca. Dolor, adormecimiento, o sensaciones no familiares. Estas pueden impedir que la persona se relaje y se sienta cómoda.
Problemas de memoria, razonamiento, atención, o aprendizaje (problemas cognitivos).
Problemas con varias o muchas capacidades mentales.
Puede tener problemas al tratar de seguir instrucciones, puede confundirse si mueven algo en la habitación, o puede ser incapaz de mantener claras la fecha o la hora.
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No tener consciencia de los efectos del ataque.
La persona puede perder su capacidad de buen juicio y por lo tanto tratar de hacer cosas que son peligrosas debido a los efectos del ataque.
Problemas para tragar (disfagia).
Puede complicar la nutrición adecuada de la persona. Es importante tener cuidado para evitar que la persona no vaya a aspirar un trozo de comida mientras está tratando de tragar.
Problemas de control de esfínteres.
Se puede ayudar a la persona con el uso de orinales, cómodos, y otros utensilios de este tipo.
Que la persona se cansa rápidamente.
Cuando la persona se cansa rápidamente, limita su participación y desempeño en el programa de rehabilitación.
Explosiones emocionales súbitas, como risa, llanto o furia.
Estas emociones pueden indicar que la persona necesita ayuda, comprensión y apoyo en su proceso de adaptación a los efectos del ataque.
Depresión
Es muy común entre las personas que han sufrido un ataque cerebral y puede presentarse poco después o varias semanas después del ataque. Frecuentemente los familiares son los primeros en notarla.
La depresión después de un ataque cerebral Es normal que una persona que ha sufrido un ataque cerebral se sienta triste. Sin embargo, algunas personas pueden padecer un desorden depresivo mayor; que se debe diagnosticar y tratar lo antes posible. Una persona que padece un desorden depresivo mayor tiene varios síntomas, todos los días, durante todo el día, por lo menos por dos semanas.
Estos síntomas siempre incluyen por lo menos uno de los siguientes:
- Sentirse triste y melancólico.
- Perder interés en las cosas que antes se disfrutaban.
Otros síntomas físicos o psicológicos
- Sentirse agitado o lento, inquieto o que no puede permanecer tranquilo.
- Sentirse culpable o con muy baja autoestima.
- Aumento o reducción del apetito y el peso.
- Problemas para concentrarse, pensar, recordar o tomar decisiones.
- Problemas para dormir, o dormir demasiado.
- Perder la energía o sentirse cansado todo el tiempo.
- Dolores de cabeza.
- Otros dolores y molestias.
- Problemas de la digestión.
- Problemas en la función sexual.
- Sentirse pesimista y sin esperanza.
- Sentirse ansioso y preocupado.
- Pensamientos de la muerte o el suicidio.
Si la persona tiene síntomas de depresión, especialmente pensamientos de la muerte o el suicidio, necesita ayuda profesional inmediata. Una vez que se ha tratado la depresión, estos sentimientos desaparecerán. La depresión se puede tratar con medicamentos, psicoterapia, o ambos. Si no se da tratamiento, puede causar sufrimiento innecesario y puede hacer más difícil la recuperación del ataque cerebral.
Incapacitaciones después de un ataque cerebral
Una “incapacitación” es que se haga difícil el realizar alguna tarea o actividad que es parte normal de la vida diaria. Las personas que han sufrido ataques cerebrales pueden encontrar dificultad en muchas actividades antes sencillas tales como caminar, hablar o realizar sus “actividades diarias”. Estas incluyen tareas básicas como bañarse, vestirse, alimentarse y usar el inodoro (baño). También puede haber dificultad al realizar otras tareas más complejas, conocidas como “actividades instrumentales”, tales como mantener el hogar, usar el teléfono, guiar un auto, y escribir cheques. Lo que sucede durante el cuidado intensivo
Las metas principales del cuidado intensivo
Asegurarse que los síntomas son el resultado de un ataque cerebral y no alguna otra condición médica, determinar el tipo y ubicación del ataque y su grado de gravedad, prevenir y tratar complicaciones tales como incontinencia urinaria o fecal y úlceras por contacto.
Prevenir otro ataque cerebral.
Tan pronto como sea medicamente posible, animar al paciente a que se mueva y realice tareas de cuidado personal tales como comer y levantarse de la cama.
Este es el primer paso de la rehabilitación. Antes que termine el cuidado intensivo, el paciente, su familia y el personal deciden cuál será el siguiente paso. Para muchos pacientes, el siguiente paso es continuar con la rehabilitación.
Las personas que ya han padecido un ataque cerebral tienen mayor riesgo de padecer otro, especialmente durante el primer año.
El riesgo aumenta con:
La edad avanzada, alta presión sanguínea (hipertensión), colesterol alto, diabetes, obesidad, haber sufrido un ataque transitorio isquémico, enfermedades cardíacas, fumar, beber mucho alcohol, y drogadicción.
Algunos de estos factores de riesgo no se pueden controlar, como la edad; pero otros se pueden reducir con el uso de medicamentos y cambios en el estilo de vida.
Decisiones en cuanto a la rehabilitación
Algunas personas no necesitan rehabilitación porque el ataque fue leve o se han recuperado completamente. Otros pueden estar demasiado incapacitados para participar. Sin embargo, muchos pacientes pueden beneficiarse de la rehabilitación. El médico y la enfermera ayudarán a la familia y al paciente a encontrar el mejor tipo de rehabilitación en cada caso.
Existen varios tipos de programas de rehabilitación:
Programas de hospital.
Se proporcionan en hospitales de rehabilitación o en unidades en hospitales de cuidado intensivo que cuentan con servicios completos de rehabilitación. El paciente permanece en el hospital durante el programa y está bajo el cuidado de profesionales capacitados quienes le dan las terapias. Los programas de hospital normalmente son más intensivos que otros programas y requieren más esfuerzo por parte del paciente.
Programas de Residencia de adultos mayores
Al igual que los anteriores, el paciente permanece internado durante el programa de rehabilitación. Los programas en las residencias de adultos mayores varían, así es que es importante obtener información acerca de cada uno; ya que algunos proporcionan servicios de rehabilitación completos, y otros proporcionan servicios limitados.
Programas de consulta externa.
Estos permiten que un paciente que vive en casa reciba todos sus servicios de rehabilitación acudiendo a uno de los siguientes: Departamento de consulta externa de un hospital, una institución especializada en rehabilitación, o programas de cuidado diurno en un hospital.
Programas en casa.
El paciente permanece en casa y recibe servicios de profesionales ambulantes (enfermeras/terapistas). Una ventaja de estos programas, es que el paciente aprende las capacidades que necesita para vivir, justo en el lugar en donde más las tendrá que usar.
Servicios de rehabilitación individuales
Muchos pacientes no necesitan servicios de rehabilitación completos, sino que requieren servicios individuales tales como terapia física o de lenguaje.
La selección de un programa de rehabilitación
El médico y otros miembros del personal del hospital le darán información y recomendaciones en cuanto a los programas de rehabilitación; pero el paciente y su familia tienen que tomar la decisión final.
Los miembros del equipo de cuidado del hospital conocen las incapacitaciones y condición médica del paciente y deben conocer los programas de rehabilitación de la comunidad y pueden responder a sus preguntas sobre estos programas. El paciente y su familia pueden tener ciertas preferencias en cuanto a si el paciente debe permanecer en casa o en la institución de rehabilitación y tienen sus razones para preferir un programa u otro. Sus preocupaciones son importantes y las deben hablar con el personal del hospital.
Lo que debe considerar cuando seleccione un programa de rehabilitación:
- ¿Proporciona todos los servicios que necesita el paciente?
- ¿Coincide con las capacidades del paciente, o le pide demasiado, o demasiado poco?
- ¿Qué tipo de prestigio tiene la calidad de cuidado del programa dentro de la comunidad?
- ¿Está certificado y cuenta con personal con credenciales apropiadas?
- ¿Está ubicado en un lugar a donde la familia puede ir a visitar sin problemas?
- ¿Involucra al paciente y los familiares en el proceso de decisiones en cuanto a la rehabilitación?
- ¿Permite que los familiares participen en las sesiones de rehabilitación y que practiquen las técnicas con el paciente? ¿Qué tanto cubre el seguro o Medicare de los costos de la rehabilitación?
- Si es un programa de consulta externa, ¿hay alguien en casa que pueda proporcionar el cuidado diario?
- ¿existe transportación disponible?
Es probable que una persona inicie su programa de rehabilitación en una institución y que luego transfiera a otra. Por ejemplo, un paciente que se cansa fácilmente puede empezar el programa más lentamente en un asilo y luego, conforme se sienta más fuerte, puede transferir a un programa más intensivo.
Fuente:National Library of Medicine.