La primera ola de la COVID-19 en los países mediterráneos de Europa, generó un miedo que a su vez era consecuencia de lo inédito y desconocido de esta amenaza. La impotencia y las noticias que llegaban del norte de Italia y España fueron claves en el establecimiento de la cuarentena que fue impuesta el 20 de Marzo en la Argentina.
Los números demuestran que las personas mayores tienen un riesgo mayor de no recuperarse de una infección de COVID-19. Es por esto que el aislamiento de las personas mayores es recomendada con tanto énfasis.
Pero este aislamiento conlleva a que muchas de ellas padezcan una gran soledad y poco estímulo.
Ambas situaciones generan un deterioro acelerado de estas personas, las que muchas veces se ven confrontadas a estar sentadas delante del televisor mirando programas poco estimulantes y muchas veces recibiendo noticias alarmantes y poco alentadoras, contribuyendo a un creciente estado de angustia y preocupación.
Todo esto genera depresión y acelera la evolución de cuadros clínicos y psiquiátricos, sobretodo, en quienes ya padecen trastornos cognitivos.
Por otra parte, la falta de actividad física, una nutrición sin los controles adecuados y una medicación que tampoco es controlada hacen que la situación de ellas empeore de forma acelerada. Por lo general, son personas que viven solas y cuyos cuidadores no tienen el entrenamiento adecuado para cuidarlos ni para cumplir con los protocolos de seguridad necesarios.
Desde nuestra plataforma, dedicada al adulto mayor, acompañamos desde hace casi 20 años a los familiares que se responsabilizan de sus seres queridos mayores.
Aunque siempre se recomienda que los adultos mayores permanezcan en sus hogares el mayor tiempo posible, sabemos que existe una infinidad de situaciones en las cuales se debería contemplar la búsqueda de una solución en una residencia, ya que el cuidado es mucho más completo, complementario y experimentado que los que pueden darse a nivel domiciliario.
La sociabilización, supervisión, contención y la sensación de seguridad, permiten especialmente a estas personas mayores a mejorar su calidad de vida en general.
Por lo tanto, es muy frecuente en nuestras interacciones con los familiares escuchar que el ingreso a una institución geriátrica tuvo un efecto muy positivo en la situación de la persona mayor y, por ende, en toda la estructura familiar.
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En los últimos 3 meses, la situación mejoró mucho y la información que se obtuvo a través de la ciencia, de las experiencias locales como mundiales permiten revertir los prejuicios que se han establecido al comienzo y que hoy no tienen ninguna vigencia en relación a las instituciones que cuidan personas mayores.
En el contexto inicial de la pandemia los reportajes mediáticos generaron una sensación de inseguridad en la mente de los familiares resultando en una percepción negativa y distorsionada frente a la realidad que se vive en la gran mayoría de las instituciones para adultos mayores.
Se aprendió a convivir con la COVID-19 en términos de prevención, de cuidados y, sobretodo, del desarrollo de mecanismos de acompañamiento, socialización, estímulo y cuidado médico de los mayores que residen en estas residencias.
Esto a su vez hace que, en muchos casos, los riesgos de contraer COVID-19 sean menores en una institución que en la propia casa ya que el control del personal es mas escricto y existe un control estatal constante a través de PCRs obligatorios.
En los casos aislados de COVID- 19, también se ve que la decisión oficial de cuidar a los mayores infectados con poca sintomatología dentro de las residencias permite un mejor acompañamiento y cuidado a quien lo recibe en un domicilio particular con personal no experimentado.
Por otro lado, se observa que una mejor nutrición y una medicación controlada, ayudan a mejorar la estabilidad física y mental de los mayores. Esta se ve reforzada por las actividades en las residencias en las cuales los mayores son estimulados desde lo cognitivo hasta lo físico, permitiendo un desarrollo muy superior a la soledad de la propia casa.
En resumen, recomendamos no dejarse llevar por los prejuicios y temores, especialmente frente al riesgo de la depresión, la soledad, la falta de estímulo y el deterioro. En estos momentos una adecuada institucionalización jugaría un rol muy efectivo y adecuado para el cuidado de mayores que así lo requieran, sea ella transitoria o duradera.
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