Tener que comunicar una mala noticia es algo a lo que nos enfrentamos quienes nos dedicamos al ámbito de la salud y la asistencia, así como al cuidado de personas.
Sin embargo, muchas veces no estamos formados o capacitados para realizarlo de la manera adecuada. Diversos estudios muestran que a la hora de comunicar información dolorosa es tan importante el uso de las palabras adecuadas como el lenguaje corporal que empleamos.
¿Qué es una mala noticia?
Ybeth Luna-Solís define a las malas noticias como una información que logra frustrar o condicionar de manera negativa las expectativas de la persona que la recibe o que genera una perniciosa transformación en su vida.
Puede tratarse del diagnóstico o progreso de una patología grave, de la imposibilidad de tratar una condición mortal, de un accidente ocurrido a alguien cercano, de una ruina económica, de la muerte de un familiar o persona querida, o cualquier otra información que afecté terriblemente a la persona que la reciba.
Incluso algo que a la mayoría le parecería leve, como una lesión en el tobillo puede ser una noticia grave para alguien cuyo sostén familiar depende del trabajo en la construcción o que es deportista profesional. Por ende, el grado de gravedad de una noticia es muy personal y subjetivo.
Esta información, a menudo, es dolorosa tanto para la persona que la recibe como para quién debe comunicarla, por lo que ambas requerirán de acompañamiento.
El estrés que esta situación provoca en la persona encargada de comunicarla suele provocar que tome dos caminos erróneos:
- No comunicar la noticia o postergarla indefinidamente.
- Comunicarla de manera incompleta o usando terminología técnica a fin de enmascarar la información ara para no preocupar demasiado a su destinatario. Esto, lejos de ayudarle a disminuir la tensión, la deja en soledad ante una situación angustiante.
El comunicar una mala noticia de manera sincera, empática y sabiendo acompañar a la persona en ese momento suele fortalecer el vínculo de confianza entre ambas. Cuando se trata de la relación entre un profesional sanitario y su paciente, esto es fundamental para lo que vendrá después, ya sea esto una larga terapia o un acompañamiento paliativo. Sin embargo, la mayoría de los profesionales de la salud no han recibido formación en este tema a lo largo de su carrera.
Protocolo SPYKES
Existen numerosos protocolos que aconsejan cómo se debe comunicar una mala noticia. El más famoso es el Protocolo SPYKES (por sus siglas en inglés), pensado originalmente para personas con diagnóstico de cáncer, aunque puede aplicarse a otras situaciones:
Preparar la entrevista, teniendo en cuenta factores como el lugar donde se va a llevar a cabo, la presencia de familiares, la reacción que puede tener el paciente ante la comunicación de la noticia y el contacto emocional que deberemos tener ante esta.
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Realizar preguntas previas para saber el nivel de percepción que el paciente tiene sobre su enfermedad, su nivel de conocimiento del tema y expectativas.
Conocer la necesidad de información: qué, cuánto y cómo lo desea saber.
Insinuar la existencia de malas noticias para reducir el impacto posterior, usando palabras claras, hablando de modo pausado y evitando las frases desalentadoras.
Mostrarse empático ante la reacción emocional del paciente y observar la emoción que experimenta a fin de poder actuar ante la misma.
Contar con un plan de intervención a fin de reducir la ansiedad del paciente y planificar cómo actuar a continuación.
Cuando es un Adulto Mayor quién debe recibir esta mala noticia, las recomendaciones son las mismas que para para todas las personas: sinceridad, información clara sin uso de tecnicismos, acompañamiento y evitar las palabras desalentadoras.
Se debe tener en cuenta también la condición de la persona a la hora de comunicar esta información. Si se sufre de Demencia o alguna otra patología mental, es posible que le cueste comprender la información, pero de todas formas debe realizarse de la manera que resulte más adecuada. Para ello se puede consultar a un profesional de la Salud Mental (psicología, psiquiatría, trabajo social) para que aconseje cómo realizarlo o hacer el acompañamiento.
En las personas mayores estas malas noticias suelen estar relacionadas con problemas de salud o muerte de personas cercanas.
Respecto al primer punto, es importante el consejo que da el médico geriatra Carlos Sandoval Cáceres: se debe evitar mentir u ocultar información al paciente, tanto como quitar las esperanzas. El profesional sanitario debe evitar caer en el pedido que comúnmente le hacen hijos, cónyuges o familiares de ocultar esa información para ahorrarle el sufrimiento.
Cada persona es dueña de su vida, por lo que debe saber esa información. Lo mejor es decirle que el diagnóstico todavía necesita confirmación: eso le dará tiempo a prepararse emocionalmente para afrontar la dura realidad (esto es similar al Paso 4 del Protocolo SPIKES).
Cuando el diagnóstico es de una enfermedad mortal para la que no hay tratamiento o el paciente se encuentra desahuciado, el comunicar correctamente esta información se vuelve de suma importancia, ya que le dará al mismo la posibilidad de arreglar algunas cosas importantes (trámites administrativos, propiedad de casa o negocio, herencia), de pasar tiempo con las personas queridas, de reconciliarse con amigos o familiares distanciados, y de poder realizar algunas cosas que estaba posponiendo (escribir su vida, pintar un cuadro, viajar).
La “protección” de la familia frente a las malas noticias puede ser un impedimento para que estos proyectos se concreten.
Ley de Derechos del Paciente N. 26.529 (2009)
En las últimas décadas se ha pasado de un modelo paternalista a una relación más igualitaria entre el Profesional y el Paciente. En Argentina esto quedó plasmado en la Ley de Derechos del Paciente Nº 26529 (2009), que establece que la información diagnóstica y la historia clínica es propiedad del paciente, debiendo ser este quién autorice a ser compartida por terceros.
Comunicar sobre fallecimientos
Hasta aquí hablamos de la comunicación de problemas de salud. Sin embargo hay otras malas noticias que se deben informar a personas mayores. Una de las más comunes es el fallecimiento de personas cercanas.
En aquellos que ya han superado el promedio de vida es común tener que recibir periódicamente información del fallecimiento de hermanos, primos, compañeros de escuela o trabajo, y amistades de muchos años. Esto, además del dolor que supone la pérdida, es un recordatorio de la propia finitud. Las personas que las acompañaron en diferentes momentos de su vida ya no están. Pero también es momento para crear nuevos vínculos.
El aumento de la esperanza de vida en los últimos años ha llevada a que también se deban encarar más pérdidas de personas cercanas, por eso se han multiplicado los grupos o talleres de personas mayores, donde las mismas asisten a realizar actividades y a encarar nuevos vínculos. Ejemplo de esto son los Talleres UPAMI (resultado del convenio entre el PAMI y las universidades nacionales) o grupos de arte para personas mayores que han llegado a tener mucho éxito (los Papelnonos o las Abuelas Raperas).
Cuando se trata de la muerte de un cónyuge, hijos o personas jóvenes a quienes no se esperaba sobrevivir, la comunicación se vuelve más compleja. De todas formas, el ocultamiento nunca será una opción, no solo por una cuestión ética sino también práctica: el adulto mayor preguntará por esa persona o pedirá que la llamen, lo que hará inviable la mentira.
Para estas situaciones rigen los mismos principios que veníamos viendo anteriormente. Lo importante es dar la información de manera sincera y precisa, buscando un lugar cómodo para poder decirla, preparando al adulto mayor para la noticia, y acompañándolo posteriormente.
Sí quien comunica la información es un familiar o amigo cercano, es posible que también se encuentre dolido por lo noticia, así que poder comunicarla y acompañarse mutuamente será de gran ayuda para ambos. No es justo que el peso de la tensión caiga solo sobre la persona que debe comunicar las malas noticias.
Comunicar sobre pérdidas económicas, accidentes o mudanzas
Otras malas noticias posibles de comunicarse a personas mayores son: pérdidas económicas, accidentes o mudanzas. El tener que dejar el hogar en el que se vivió toda la vida para pasar a vivir en una Residencia Geriátrica puede ser algo doloroso al principio pero, como señalamos en una nota en este mismo medio, si se lleva a cabo de manera correcta puede redundar en un mejor nivel de bienestar y felicidad para el involucrado.
Los adultos mayores tienden a procesar mejor los sentimientos negativos
Los últimos estudios en neurociencias y envejecimiento saludable muestran que las personas mayores y las jóvenes sienten de la misma manera, pero los primeros tienden a procesar mejor los sentimientos negativos. Esto no se debe a que los nieguen, sino a que han vivido lo suficiente como para tener experiencia en torno a los mismos y poder adaptarse mejor a ellos. Por eso se estresan menos y solucionan mejor los problemas de la vida que las personas más jóvenes.
A diferencia de lo que se piensa, pese a las limitaciones físicas, cognitivas y sociales, hay mayor nivel de bienestar durante el envejecimiento. Esto es lo que ha dado en llamarse: la Paradoja del Envejecimiento.
La doctora Alicia Kabanchik, psiquiatra especializada en salud pública y psicofarmacología, ha trabajado sobre la plasticidad cerebral y el procesamiento emocional en personas mayores. Un interesante artículo sobre el tema se puede consultar en la revista Sciencs (https://biblioteca.sciens.com.ar/114-a-kabanchik-abril-2019/62646730).
Comunicar una mala noticia a una persona mayor suele ser más estresante para el mensajero que para el receptor. Como señala la médica geriatra Adela Herrera: “no hay que olvidar que un adulto mayor está mejor preparado que cualquier otro ante las malas noticias. Han vivido mucho más y por tanto mientras lo requiera, lo mejor es comunicarles todo”.
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Sobre el que comunica la noticia
A lo largo de este artículo hemos compartido algunos consejos acerca de cómo comunicar malas noticias a adultos mayores. Para finalizar vamos a dedicar unas palabras a la persona encargada de comunicar la noticia. Si somos nosotros quienes pensamos darla, debemos preguntarnos previamente si somos el adecuado. Muchas veces, por estar desempeñando un rol profesional o de cuidador, debemos ser quién de la noticia, pero en otros casos existen alternativas. Siempre se habla de la importancia de cuidar al cuidador. Esto también rige en esta situación. Si creemos que no somos la persona adecuada y que comunicar esta noticia puede afectarnos emocionalmente por estar implicados en el hecho, es mejor buscar a otra persona que lo haga. Un profesional especializado en esto puede ser lo más adecuado.
Lo importante es cuidar tanto al destinatario como al mensajero. Acompañar y acompañarnos es la clave para atravesar juntos una situación dolorosa.
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