La memoria se puede definir como la capacidad del cerebro de retener información y recuperarla voluntariamente. Es decir, es lo que nos permite recordar hechos, ideas, sensaciones, relaciones entre conceptos y todo tipo de estímulos que ocurrieron en el pasado.
Aunque el hipocampo es la estructura cerebral más relacionada con la memoria, no podemos localizar los recuerdos en un punto concreto del cerebro, sino que está implicada una gran cantidad de áreas cerebrales. Además, esta capacidad es una de las funciones cognitivas más comúnmente afectadas con la edad. Afortunadamente, la memoria puede ser entrenada mediante estimulación cognitiva y diversos tipos de juegos mentales.
El cerebro humano tiene distintos tipos de memoria:
Memoria semántica
Nos hace recordar hechos concretos, como “el pasto es de color verde”, o hechos que fueron vividos por nosotros y que relacionamos entre sí, como “La conocí durante un partido de golf”. Este tipo de memoria nos hace guardar la información que queremos recordar.
El segundo tipo de memoria nos hace retener cosas sin que nos demos cuenta, por ejemplo los detalles de un paisaje que atravesamos sin prestar especial atención pero que luego seremos capaces de recordar.
Existe otro tipo de memoria que nos permite realizar cosas después de haber aprendido como hacerlas, sin tener que mantener constantemente a atención: andar en bicicleta, manejar un coche, y conversar de otras cosas o pensar al mismo tiempo, porque estas actividades aprendidas han quedado inscriptas en un circuito de nuestra memoria y ya no requieren una atención permanente.
Otro punto interesante es la capacidad humana para reconocer la posición espacial de un objeto, de costado, horizontal, vertical, boca abajo. Por ejemplo, un vaso.
Podemos reconocer una planta sin haber visto jamas una de esa especie, o sin haber visto todas las plantas del mundo.La memoria puede contener y almacenar mucha información, y recuperarla cuando le es útil o necesario, mediante los contactos químicos y eléctricos entre las neuronas o células cerebrales, creando vías y recorridos definidos y particulares que contienen cada recuerdo.
Pero no existe un solo circuito o recorrido único para cada recuerdo, sino varias inscripciones del recuerdo a través de diferentes rutas o vías de relación neuronal.
Una de ellas es la preferencial, es decir la que se usa habitualmente.
En caso de que esta vía se encuentre interrumpida por algún motivo orgánico (cicatriz quirúrgica, masa ocupante tumoral, infarto cerebral), un diagnóstico cuidadoso nos puede llevar a detectar cómo recuperar ese recuerdo, esa memoria, accediendo por otra vía o creándola.
Los métodos que nos ofrece la medicina son en una primer etapa diagnóstica, métodos como la la resonancia nuclear magnética, los mapeos cerebrales y una serie de tests especificos para el reconocimiento de las funciones superiores, o que evalúen organicidad.
Son tests de manejo ambulatorio, que nos dan en forma fidedigna, tanto el perfil del individuo, como el tipo de patología que presenta, y las posibilidades de recuperación que podemos esperar, así como los mecanismos para implementar esa recuperación.
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Pérdida de la memoria
Hay diversos factores que pueden conducir a pérdidas de memoria involuntarias, tanto en jóvenes como en ancianos. Muchos de estos factores no son debidos a un mal funcionamiento de la memoria, sino a interferencias de otras capacidades cognitivas (como la atención) o de ciertas sustancias (como medicamentos).
- Causas de salud que, en la mayor parte de los casos, pueden ser tratados: Los efectos secundarios de algunos medicamentos, una mala alimentación carente de vitaminas B6, B9 y B12 pueden provocar pérdidas de memoria transitorias, el abuso de alcohol, los problemas de tiroides, riñones o hígado, la falta de oxígeno en el cerebro (como en los ictus), los trastornos craneoencefálicos (golpes en la cabeza), tratamientos para el cáncer (quimioterapia o radioterapia), tumores o infecciones cerebrales, problemas emocionales (como la depresión) y la ansiedad (como en el Trastorno de Estrés Postraumático).
- Estrés, ansiedad u otros problemas emocionales: Además, el estrés, la ansiedad y algunas consecuencias derivadas de emociones como la ira pueden provocar olvidos. Si tenemos un accidente de coche, el estrés puede hacer que perdamos los recuerdos de lo ocurrido esa misma mañana. Pero, por lo general, estos olvidos se producen porque centramos nuestra atención en estímulos amenazantes, y quitamos importancia a lo que nos rodea. Así, podemos recordar bien lo que nos producía esas emociones tan intensas, pero nada más de lo ocurrido durante ese tiempo. Es el caso del Trastorno de Estrés Postraumático y del Trastorno Obsesivo Compulsivo. En ambos trastornos, la persona se centra tanto en un episodio angustioso o en una obsesión, que terminan por no recordar nada salvo aquello que les abruma.
- Edad y el envejecimiento normal: Aunque los olvidos y los trastornos de memoria no son exclusivos de las personas mayores, es cierto que son la población más susceptible a este tipo de problemas. Con la edad, la capacidad de aprendizaje y la calidad de la memoria puede deteriorarse aun sin la presencia de ninguna patología. No obstante, cuando estos problemas empiezan a ser más severos de lo normal, podemos estar hablando de un Deterioro Cognitivo Leve o, si es más grave, de una demencia.
Fuentes: https://www.cognifit.com/es/perdida-de-memoria y https://www.cognifit.com/es/memoria