El cuidado de las personas mayores es una de las decisiones más importantes que enfrentan las familias. Muchas veces surge la duda: ¿es mejor que el adulto mayor viva en su casa, en una residencia geriátrica, o en la casa de un hijo o hija? Cada alternativa tiene ventajas y desafíos, y la elección dependerá tanto de las necesidades de salud como de los deseos personales y familiares.
En este artículo exploraremos los beneficios de cada opción, qué aspectos tener en cuenta antes de recibir a un adulto mayor en casa y cómo lograr que la convivencia sea armónica y enriquecedora para todos.
Los beneficios de vivir en su propia casa
Para la mayoría de los adultos mayores, su hogar es su mundo. Allí están sus recuerdos, objetos, rutinas y vínculos con el barrio. Permanecer en su propia casa, siempre que la salud y la seguridad lo permitan, tiene ventajas significativas:
- Continuidad emocional: vivir entre sus muebles, fotos y recuerdos fortalece la identidad y mantiene activa la memoria. Un sillón, una mesa o un cuadro pueden ser disparadores de historias y un anclaje emocional importante.
- Autonomía y libertad: en su casa, la persona puede decidir sobre pequeños detalles del día a día, como qué comer, a qué hora levantarse o cómo organizar su tiempo. Estas decisiones, que parecen mínimas, sostienen la autoestima y la sensación de independencia.
- Vínculos comunitarios: la cercanía con vecinos, amigos y actividades barriales favorece la socialización y disminuye la sensación de aislamiento. Salir a comprar al almacén de siempre o conversar con un vecino puede ser un momento de gran valor emocional.
Las residencias, en cambio, ofrecen un entorno controlado y seguro, con atención médica inmediata y actividades sociales organizadas. Sin embargo, implican perder parte de la intimidad y de las rutinas personales. Por eso, siempre que sea posible, permanecer en el hogar suele ser la opción preferida por los adultos mayores.
Vivir con un familiar: compañía y cuidado frente a la soledad
Otra alternativa frecuente es que la persona mayor se mude a la casa de un hijo o hija. Esta opción puede mejorar mucho su calidad de vida en comparación con vivir solo.
- Acompañamiento diario: compartir la mesa, conversar en la sobremesa o simplemente saber que alguien está cerca, ayuda a combatir la soledad, uno de los grandes problemas en la vejez.
- Seguridad y contención: ante una caída o un malestar, la presencia de un familiar asegura asistencia inmediata, lo que reduce riesgos. Además, facilita el cumplimiento de los tratamientos médicos.
- Reducción de responsabilidades prácticas: ya no tendrá que preocuparse por trámites, limpieza o cocina, lo que disminuye la fatiga y el estrés cotidiano.
Por otro lado, vivir solo brinda independencia y privacidad, pero puede exponer al adulto mayor a riesgos de accidentes sin asistencia o a la tristeza del aislamiento.
Qué considerar antes de que un adulto mayor se mude a la casa de un hijo o hija
Recibir a un adulto mayor en casa es una decisión importante que requiere planificación y diálogo. Algunos aspectos clave son:
- El espacio físico: es importante disponer de una habitación cómoda, accesible y con buena luz. Si la casa tiene escaleras, habrá que pensar en adaptaciones o elegir un espacio en planta baja. También conviene instalar barras de apoyo en el baño, retirar alfombras sueltas y asegurar buena iluminación.
- El nivel de cuidado necesario: ¿la persona es independiente o necesita ayuda para bañarse, vestirse o moverse? Estas respuestas definirán si será necesario contar con cuidadores externos o visitas frecuentes de profesionales de la salud.
- La dinámica familiar: la convivencia puede generar tensiones si no se reparte la responsabilidad del cuidado. Es fundamental conversar previamente quién acompañará en los turnos médicos, quién preparará las comidas o cómo se organizarán las tareas diarias.
- La situación económica: hay costos a considerar, como medicación, equipamiento (camas especiales, barandas, sillas de ruedas) y eventualmente cuidadores profesionales.
- La voluntad del adulto mayor: nunca hay que perder de vista que la decisión afecta directamente a la persona. Escuchar su opinión y respetar sus deseos es esencial para que la mudanza sea vivida como un paso positivo y no como una imposición.
Pasos para una transición exitosa
Mudarse a la casa de un hijo o hija no ocurre de un día para el otro. Lo recomendable es seguir una serie de pasos que faciliten la adaptación:
- Conversación previa y honesta: sentarse a hablar sobre expectativas, límites y necesidades, tanto del adulto mayor como de la familia.
- Preparar la vivienda: hacer las adaptaciones necesarias antes de la mudanza para evitar frustraciones y riesgos.
- Planificación conjunta: acordar rutinas de comidas, organización de medicación, acompañamiento a turnos médicos y distribución de responsabilidades entre los familiares.
- Elegir qué pertenencias traer: objetos personales como fotos, libros o una manta preferida ayudan a que la nueva casa también se sienta como propia.
- Tiempo de adaptación: los primeros días son sensibles. Es normal que surjan incomodidades o dudas. Acompañar con paciencia y permitir espacios de intimidad ayuda a transitar este proceso.
- Apoyo externo cuando sea necesario: contar con cuidadores, centros de día o actividades recreativas es una gran ayuda para equilibrar la convivencia y evitar sobrecarga familiar.
Ideas para una buena convivencia familiar
La convivencia puede ser una experiencia muy enriquecedora si se cuidan algunos aspectos básicos:
- Respetar rutinas y preferencias: no infantilizar ni imponer cambios drásticos en la vida cotidiana del adulto mayor.
- Privacidad y espacio personal: ofrecerle un lugar propio, donde pueda estar solo/a cuando lo desee.
- Compartir momentos de calidad: más allá de la convivencia diaria, planificar actividades especiales como juegos de mesa, mirar fotos antiguas, cocinar juntos o escuchar música.
- Comunicación respetuosa: usar la paciencia, el humor y la empatía como pilares en las conversaciones.
- Reparto de tareas entre familiares: evitar que todo recaiga en una sola persona. La corresponsabilidad es clave para la salud de la familia.
- Buscar apoyo emocional: tanto el adulto mayor como los familiares pueden necesitar espacios de descarga o grupos de apoyo. No hay que tener miedo a pedir ayuda.
Reflexión final
Decidir dónde vivirá un adulto mayor no es tarea sencilla. Cada familia debe evaluar sus posibilidades, deseos y recursos. Lo más importante es que la elección priorice la dignidad, la autonomía y el bienestar emocional del adulto mayor, al mismo tiempo que cuide la salud física y emocional de quienes lo rodean.
Vivir en casa, ya sea la propia o la de un hijo, puede ser una experiencia muy positiva si se planifica bien y se construye un entorno de respeto, afecto y acompañamiento.El cuidad en casa de nuestros familiares mayores representa para muchas personas lo ideal y la ciencia confirma esta percepción siempre que el vivir en casa no sea una vida en soledad o en situaciones en las que una vivienda no esté adaptada a la condición física del adulto mayor.
A medida que el adulto mayor pierda autonomía existe una variedad de profesionales que pueden ayudar.
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Cuidadores y profesionales de la salud (kinesiologos, psicologos, terapistas,etc) pueden brindar un acompanamiento en el hogar. Todo dependerá de la condición del mayor y sus necesidades.
Donde una puerta se cierra, otra se abre”
Miguel de Cervantes
Cuidadores profesionales
Un cuidador profesional es un in- dividuo que posee conocimientos generales sobre cómo cuidar a una persona mayor.
Se encarga de atender todas aquellas necesidades que puede tener el adulto mayor: lo asea, lo ayuda a alimentarse, administra su medicación y lo acompaña a diferentes lugares, solo por mencionar algunas de las tareas que realiza.
Pueden trabajar como internos, externos o por horas, según las necesidades de la familia que lo contrata, y claro está, también en función de las necesidades de su ser querido.
Internación domiciliaria
Una persona recibe cuidados médicos de un equipo de especialistas y acompañantes dentro de casa.
El estado de salud de la persona requiere una dedicación específica y continua que excede los controles médicos puntuales.
Una opción es que el cuidador familiar contrate y administre a los diferentes especialistas.
Otra alternativa es contratar los servicios de una empresa de internación domiciliaria que administra todo el proceso en su conjunto.