Como cuidadores, ¿se encargan Uds. de arreglar “todo lo que está mal¨?
Es muy fácil caer en ese mal hábito. Cuando una persona se convierte en cuidador familiar, no tiene muchas oportunidades de entender cuál es exactamente su nuevo rol. Seguramente avanzará a toda máquina, haciendo todo lo posible para mejorar la salud de su ser querido familiar mayor y para que se sienta lo más cómodo y contento posible. Pero cuando entra en ese ciclo interminable de arreglar, emparchar y arreglar devuelta, sus esfuerzos podrían resultar completamente infructuosos.
La verdad es que con todo ese esfuerzo no estará arreglando nada. Y si arregla algo, generalmente no permanecerá así por mucho tiempo. Será sólo una cuestión de tiempo antes de que se sienta nuevamente frustrado y agotado.
¿Quién no perdería fuerzas después de enfrentarse repetidamente a un problema y ver pocos o ningún resultado?
Aquí es cuando llega el agotamiento: cuando uno invierte tanto de sí mismo en algo que realmente no tiene solución.
Rápidamente pierde el control de su propia vida.
Cuando comienza este viaje, todo parece tan altruista y amoroso. Uno se siente necesario y valorado. Pero, con el tiempo, las cosas comienzan a cambiar: paulatinamente se arraiga una especie de insatisfacción mutua entre el cuidador y quien recibe los cuidados.
La realidad es que cuando uno entra en la vida de alguien, se hace cargo, y trata de arreglar todo lo que percibe como “incorrecto”.
¿Por qué siente el cuidador la necesidad de arreglarlo todo?
El síndrome del ¨reparador¨ es común entre las personas compasivas que tienen buenas intenciones, pero encontrar un problema potencial en cada momento y comprometerse a ser la solución para cada uno es una forma poco saludable de abordar la vida, las relaciones y las responsabilidades como cuidador.
Muchos factores diferentes pueden impulsar el deseo de corregir todos estos errores percibidos. Las personas con un historial de abuso pueden considerarse dañadas y proyectar en los demás su propia necesidad de reparación.
Alguien con baja autoestima puede ver el cuidado como una oportunidad para demostrar su valor y sentirse necesario. Otros pueden tener rasgos de personalidad controladores que derivan de comportamientos aprendidos en una relación/entorno disfuncional y/o métodos poco saludables para afrontar situaciones. Luchar por la perfección mientras se brinda cuidados suele ser el resultado de la empatía y el amor.
Pero los límites entre lo que es saludable y lo que no lo es pueden volverse borrosos.
Si bien la intención es buena, esta búsqueda interminable de soluciones sólo lo hará entrar en un círculo vicioso.
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La mayoría de las personas mayores que necesitan ayuda no son capaces de recuperarse por completo, ni siquiera con la total devoción de sus familiares. Por ejemplo, la demencia no se puede “curar”.
También en cierto punto es poco lo que puede hacerse respecto del dolor intenso de la artritis. Muchas personas mayores empiezan a comer menos a medida que crecen y se vuelven más frágiles.
Estas son todas cosas comunes que los cuidadores desean remediar para sus seres queridos. Pero esforzarse por encontrar soluciones no es un enfoque sostenible para el cuidado.
Porque, una cosa es cierta en toda situación de cuidado de personas mayores: a pesar de los mejores esfuerzos del cuidador, la edad y la enfermedad casi siempre tendrán la ventaja. Y la negación de ello juega a menudo un papel importante en esta compulsión por arreglarlo todo (sea o no consciente de ello el cuidador).
Una de las cosas más difíciles que debe asumir un cuidador familiar es que no hay manera de arreglar lo que le está sucediendo a un ser querido. Y aunque esto no debe de ninguna manera disminuir la atención que se le brinda al ser querido, puede ser una cruda realidad que a muchos “reparadores” les cuesta aceptar. Además, aceptarlo también conlleva asumir que es probable que brindar cuidados sea un compromiso más largo y desafiante de lo que se anticipó desde un principio. Por lo que es normal que surjan sentimientos de impotencia, mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión, características del agotamiento del cuidador.
El “síndrome del reparador” también afecta a las personas mayores
La obsesión del cuidador por arreglar cosas no sólo le hace daño a él. Cuando se abalanza para ayudar a una persona mayor en pos de mejorar su salud, limpiar su casa, recetarle una dieta equilibrada, administrar sus finanzas y asistir a sus citas, a menudo lo hará sin darse cuenta de que efectivamente se ha apoderado de su vida. Y ahí de nuevo: esto por un lado tiene un impacto positivo en quienes reciben estos cuidados, pero a su vez tiene un costo: su independencia y en ocasiones su dignidad.
Y con el tiempo, el “gracias” ya no forma parte del diálogo. El ser querido se acostumbra a que el cuidador se encargue de todo por él e incluso puede llegar a albergar cierto resentimiento por su repentina pérdida de autonomía.
Algunas personas mayores podrán sentir incluso una total falta de control sobre sus propias vidas por lo que comienzan a rechazar por completo la ayuda del cuidador.
Si esto ocurre realmente, su apatía, resistencia y falta de aprecio sólo contribuyen a profundizar los sentimientos de desesperanza y agotamiento del cuidador-reparador familiar.
Cómo evitar la trampa del ¨arreglo¨ y el agotamiento del cuidador
Aún sin intención, este círculo vicioso es una trampa en la que caen muchos cuidadores. Si pueden aprender a controlar su necesidad de arreglar las cosas y convertirse en defensores de su ser querido, su papel será mucho más fácil de gestionar. Es probable que también les resulte más fácil afrontar su comportamiento.
Dejar que fluya, dejar de luchar por la perfección y buscar soluciones permanentes. Decidir ser y hacer lo mejor que puedan. Ser conscientes de que la asistencia que están brindando es suficiente. Y finalmente, comprender que se les agradece y se les agradecerá siempre incluso cuando la persona a quien cuidan no lo haga ni transmita.
Nuestra recomendación entonces es dar un paso atrás y redefinir el papel de los cuidadores familiares.
Su trabajo no es arreglar lo que está mal ni dirigir la vida de la persona que cuidan. Sino que su trabajo consiste en apoyarlos, escuchar sus objetivos e inquietudes y trabajar juntos para encontrar formas de mejorar su calidad de vida.
Recién debería asumir un papel mas activo cuando el ser querido no sea capaz de participar en las tareas y decisiones diarias, antes no.
Los desafíos fundamentales del cuidador consisten en manejar estas tareas preservando al mismo tiempo la dignidad de su ser querido, siendo realista acerca de sus habilidades y limitaciones.
Confiar en si mismo, aceptar que son lo suficientemente buenos y que lo que hacen tiene verdadero valor. No se puede curar la enfermedad crónica de alguien ni ser responsable de la felicidad de otra persona.
Salirse de la mentalidad del ¨arreglarlo todo” y adoptar más vale el estado mental de “soy suficiente”. Prometerse hacer lo que puedan hoy y “dejar para mañana lo que no puedan hacer hoy”.